domingo, 26 de febrero de 2012

Mas de La unica Reyna


Su rostro no resultó familiar la noche del viernes 28 de septiembre cuando apareció ante las cámaras con su cabellera negra, larga y un tanto desaliñada, con sus ojos grandes y expresivos.
A sus 46 años resultaba atractiva, aún a través del lente de la cámara que la interrogaba, pero no se asemejaba a la joven morena, delgada, de cabello rizado y abundante, de grandes ojos notablemente delineados y medallita de oro al cuello, con jeans blancos ceñidos al cuerpo, que el 31 de julio de 2003 colocara la PGR entre su galería de “Los Más Buscados”.



Tampoco había un brazo protector sobre su cuello que la cobijara como antaño, como cuando fue descubierta al lado del finado Magdaleno Coronel, en esa imagen que retrataba una fiesta familiar en los 90.
Ese viernes que interrumpieron su “shopping” por San Jerónimo había mucho barullo alrededor suyo, pero no había corridos, ni brindis, ni motivos para festejar como ese día cuando departía con Madgaleno, su madre “Doña Chata” y el “El Mayo” Zambada. Sin embargo, mientras posaba para la foto oficial de captura y marcaba su estatura sobre el 1.70, ella sonreía y sus ojos de almendra también. El lugar de la medallita de oro lo ocupaba un amuleto.
Antes de ser “La Reina del Pacífico”, antes de amar al colombiano Juan Diego Espinoza, “El Tigre”, esos ojos grandes con comisuras de almendra y su origen bajacaliforniano le ganaron el mote de “La Venada”; así era para la familia, así era para “los grandes”, como ella llama a los capos con los que se codeó desde su infancia.
Hasta que “La Venada”, de Tijuana y “El Tigre”, de Bogotá unieron sus destinos, surgió el alias de “La Reina del Pacífico”. Él se convirtió en uno de los nuevos ricos en Guadalajara, ella se transformó a su lado en una audaz operadora financiera, con negocios propios e inversionista en el ramo inmobiliario. Ambos crearon un entorno de familia próspera y feliz, junto al único hijo de la cachanilla, Silvestre José Luis Fuentes Ávila, en Sendero de Los Pinos 61, en el exclusivo Fraccionamiento de Puerta de Hierro, en Guadalajara.
Estaba acostumbrada a subir y bajar de autos caros, como la Ford Bronco del año y el Grand Marquis blanco en los que se le vio en los 90. O el auto BMW negro y blindado que esperaba en las afueras de su residencia -obsequio de Ismael “El Mayo” Zambada” para su seguridad, tras el secuestro del hijo– y justo para dejar que el muchacho usara la Ford Lobo, también negra y blindada que tenían en la cochera. El mismo día de su captura traía una camioneta BMW con placas 918 ULR.
Quienes la investigaron atribuyen su limpio expediente al hecho de que ella nunca aceptó cargas de droga en pago; otros vendían, ella cobraba siempre en efectivo e invertía en propiedades y negocios lícitos como las estéticas Electric Beach, a cargo de las cuales dejó a mujeres de la familia de “El Tigre”.
Dicen que la sonrisa abre puertas y quizá por eso, a manera de contraseña, por el ingreso al fraccionamiento entregaba a los guardias una sonrisa y mirada amistosa. Ellos, según cuentan, solían cuchichear a su paso sobre lo agradable y chula que era.
Los investigadores que le seguían los pasos tras el decomiso de 9.5 toneladas de cocaína del buque “Macel” comentaban sobre las llamadas que recibía en su casa o celulares y los nombres, apellidos o apodos que en ellas surgían: “El Mayo”, “Coronel”, “Caro”, “Beltrán” y “El Chapo”. La Federación de Capos del Pacífico, todos con cuentas pendientes en este o el otro lado de la frontera.
Pero también comentaban de su agradable figura, de su trato amable, de su buen gusto en el vestir con ropa de diseñador, sus bolsas costosas y lo infaltable: sus gafas de buena marca, de preferencia grandes y oscuras y su sonrisa amigable.
El 28 de septiembre, al verla presa no decepcionó; había dejado de ser ficción y confirmaba a la mujer de movimientos tranquilos y seguros cuyos rasgos parecían más propios de una reina de belleza que de los que, en la imaginación, se pudiera haber tenido de una narcotraficante.
Reconstruyen su vida PGR y DEA
La historia de su vida fue reconstruida pieza a pieza, de entre las múltiples hojas de expedientes que la Procuraduría General de la República y la DEA han acumulado en años sobre Sandra Ávila y que incluyen referencias a padres, tíos, hermanos, parientes políticos y amistades.
Los peligros del negocio le son familiares: dos esposos ejecutados, ambos policías federales; su único hijo secuestrado; su hermano Alfonso “levantado”, ejecutado y abandonado en una terracería.
Se le han asegurado más de 234 propiedades en Hermosillo, Sonora, y en Guadalajara, Jalisco, así como autos de lujo.
Llevar en el equipaje de mano más de un millón de dólares por viaje era algo normal para ella, como consta en los archivos de la Policía Judicial de 1990, cuando sufrió un decomiso de millón y 224 mil 898 dólares.
Podía matar el tiempo en el Tucson Mall, haciendo compras sin prisas, mientras esperaba a que su tío Roberto Beltrán Félix, conocido narcotraficante, preparara las pacas de billetes y las envolviera en nylon azul.
Así consta en el expediente sobre narcóticos que cuenta un episodio de su vida. Así lo cuenta, tras su detención, su entonces novio, Fidel Morán Guevara, supervisor de grupo de la Policía Judicial Federal, quien tenía bajo su mando a 150 agentes dedicados, irónicamente, a la destrucción de plantíos de drogas en la región norte del país.
Sandra Ávila incluso dejó registro documental de su osadía al reclamar al Departamento del Tesoro la devolución de un millón de dólares incautado. Finalmente lo perdió por un tecnicismo: no haberlo declarado.
Pero “La Reina del Pacífico” tuvo miedo y mucho, cuando la tarde que un comando encapuchado secuestró a su hijo Silvestre José Luis Fuentes Ávila, de apenas 15 años. Eso lo llevó a denunciar el secuestro ante la Procuraduría de Justicia del Estado de Jalisco. Cuando recuperó al muchacho, lo mandó a estudiar al extranjero.
Aquejan a ‘La Reina’ chinches
Sandra Ávila Beltrán, “La Reina del Pacífico”, interpuso una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) por fauna nociva en su celda y negativa de las autoridades del Centro Femenil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla de permitirle ingresar alimentos del exterior.
Lo anterior lo dio a conocer el secretario ejecutivo de la CDHDF, Luis Javier Vaquero Ochoa, quien agregó que la misma mujer vinculada al narcotráfico llamó por teléfono a ese organismo para quejarse.
“Se ha quejado de que no le permiten ingresar alimento y también de que hay alguna fauna nociva en su estancia, como chinches”, dijo el funcionario.
En respeuesta el Gobierno del Distrito Federal (GDF) dio a conocer que ya fumigó la celda de Sandra Avila Beltrán y le proporcionó un desinfectante personal.

El subsecretario de Gobierno del Distrito Federal, Juan José García Ochoa, descartó que en el área donde permanece Ávila Beltrán haya fauna nociva; sin embargo, dijo que se fumigó el espacio, se le proporcionó un desinfectante y se notificó a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).
En entrevista, García Ochoa precisó que Ávila Beltrán permanece en una zona especial del área de ingreso del Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla, vigilada las 24 horas del día con tres turnos y con ayuda de cámaras de vigilancia.
Detalló que la detenida es valorada técnicamente para después trasladarla al área de población bajo el régimen de aislamiento, debido a su perfil y tendrá que ganarse la confianza de las autoridades de la institución penitenciaria para permitirle el acceso a otras zonas.



Cara a cara con Sandra Ávila Beltrán, ‘La Reina del Pacífico’


“¿Por qué quiere entrevistarme?, ¿por qué quiere hablar conmigo?, ¿por qué la insistencia?”, las preguntas, en ráfaga, son en tono imperativo. Es Sandra Ávila Beltrán, la llamada “La Reina del Pacífico”, que habla desde una cabina telefónica del penal de Santa Martha Acatitla a 23 días de haber sido detenida en el sur de la ciudad.

Porque usted es un personaje que intriga, que provoca muchas preguntas, cuyas respuestas nos gustaría tener en una exclusiva, respondió el reportero de El Universal, tras contactar con “La Reina del Pacífico” por medio de Sara, reclusa con fuerte ascendente entre autoridades y sus compañeras del Centro Femenil de Readaptación Social.

Es el 22 de diciembre de 2007. Habían pasado más de dos meses desde el primer intento por entablar comunicación con ella. El primero, fue con las autoridades de comunicación social de la Dirección de Reclusorios del DF, cuya respuesta fue una carcajada.

Otro fue interceptando a su abogado a las afueras del penal, donde, después de varios intentos, se comprometió a consultar con “La Reina del Pacífico”, para terminar con un “dijo que por ahora no… que gracias”. Después ella misma dijo que nunca se lo preguntó.

A la par de esas gestiones, se logró el acceso a Santa Martha por medio de José Mejía, padre de este reportero, quien como comerciante enraizado en Tepito, conocía a más de una persona detenida en ese y otros penales.

“Claro que sí, los anoto en mi cárdex —relación de personas que están registradas para visitar a una interna— para que puedan entrar como mi visita, ya que solamente se puede hacer el último viernes de cada mes”, respondió de inmediato Lucía, una reclusa que al igual que su hermana, está relacionada con grupos del PRD dedicados a la toma de predios a fin de forzar a las autoridades para entregar viviendas.
Sandra Ávila Beltrán, siempre presentable, incluso en el penal
Siempre vestidos con ropa de colores verde, rojo o café, pudimos entrar al Centro de Readaptación Social a finales de octubre. Como casetas de peaje, en los espacios controlados por los custodios hay que dejar los 20, los 30 o los 50 pesos por cualquier irregularidad, falsa o cierta.

En el primer encuentro con Lucía, ella se encontraba al final de la escalera de caracol que permite el acceso en la zona asignada para internas sentenciadas, por lo que siempre viste con ropa o uniforme azulmarino.

Es el patio más amplio donde lo mismo se organizan las misas de fin de año que los bailes con la Sonora Dinamita, ocasión que representó la oportunidad para conocer las cualidades para el baile que tiene Ávila Beltrán quien tuvo como pareja a un tepiteño sexagenario que se dedica al narcomenudeo.

A diferencia de Lucía, desde que ingresó el 29 de septiembre de 2007, “La Reina del Pacífico” ha estado asignada al edificio A, que es parte del área establecida para internas procesadas, por lo que tiene que vestir con ropa beige. En esos días tenía prohibido circular por el patio, por lo que cualquier comunicación para las visitas e incluso, internas, era casi imposible, ya que siempre tenía de tres a cuatro uniformados como escolta.

Solamente podía recibir a sus familiares en un espacio con áreas verdes de unos 60 metros, donde se dio la entrevista con El Universal.

Finalmente el contacto con “La Reina del Pacífico” se logró gracias a Sara, que los días de visita ocupa la misma mesa de Ávila.

A principios de noviembre, Sara le hizo llegar a Sandra Ávila el cuestionario. Ella no lo respondió, dijo que quería hablar con el reportero.

Días más tarde, el 22 de diciembre vino la llamada telefónica. “A mí cuando me hablan, me gusta que me vean a los ojos, lo voy a anotar en mi cárdex”, dijo “La Reina del Pacífico” y aceptó la entrevista. Luego de hacer otra serie de preguntas, Ávila Beltrán soltó un “feliz navidad, para finalmente acordar el encuentro para el 10 de enero a las 11 de la mañana.

La misma Sara se encargó de apoyar la entrevista sugiriendo un cambio en el aspecto del reportero: cabello teñido de plateado y lentes oscuros de aumento, ya que en la misa celebrada una semana antes por Norberto Rivera, los custodios lo ubicaron como representante de un medio de comunicación.

Ese día, en una de las tres aduanas, además de palpar las ropas, el custodio exigió que la visita de Ávila Beltrán se despojara de ellas, con lo que encontró una grabadora que primero confundió con un celular.

Pidió dinero, primero 10 mil pesos y luego bajó la tarifa hasta 8 mil para dejar pasar el aparato.“Eso es lo que pagan los que quieren verla”, argumentó.

Ante la imposibilidad de pagar, la grabadora fue decomisada a condición de permitir el acceso y no delatar al reportero que sostuvo el encuentro con Sandra Ávila Beltrán como lo confirma el oficio DEJDH/IJ/122/2009 solicitado a la Unidad de Transparencia del Gobierno del DF.

Minutos después, Ávila Beltrán bajó de su celda para comenzar la charla. 



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